felipe juaristi. poética

¿Qué puede hacer la poesía?
Puede hacer todo o puede no hacer nada; porque la poesía, amante de la paradoja, de la exageración, de los extremos, de la duda continua y permanente, oscila entre el todo y la nada; es pasión de la totalidad, o tendencia autodestructora; es circular como la mirada que toma la vida como si fuese una exposición: paisajes, miniaturas, bodegones, retratos, autorretratos..., nada de lo que sea artístico le es ajeno, nada de lo que es humano debiera serle extraño o postizo, en una palabra, impuesto. Porque en el mundo de la poesía, donde no siempre domina la armonía y la cordura, no hay más ley que la del todo y la nada, porque un poema no es mejor o peor que otro poema, porque un poema es poema o no lo es.
¿Cuándo un poema es poema y no algo, una prosa, un viento, un poco de lluvia, pasado como a escondidas y de contrabando?
Pues no lo sé. No es labor del poeta ejercer de aduanero o de gendarme, de inquisidor de la poesía (y que me perdone el crítico Gabriel Celaya), sino ser honrado en su trabajo o profesión de hacer versos.
¿En qué consiste dicho oficio?
La primera labor del artista, del poeta, es descubrir, como un investigador, un científico, un aventurero, un navegante, los secretos del arte. Dichos secretos apenas tienen que ver con encontrar el ritmo adecuado para cada verso, o la rima más sonora o eficaz. Metro y rima son especialidades, triquiñuelas y astucias de artesano, lo cual no quiere decir que no sean importantes en el quehacer poético. Cuando Antonio Machado se queja de cierta poesía barroca en la que se discurre y se razona pero no se canta, tiene toda la razón. Pero también la tienen quienes se quejan y se lamentan de un canto sin razones, y la tachan de discurso perdido. Poesía es canción, indudablemente, pero es algo más también. El arte, como dice Kundera, es algo distinto, está más allá o más acá, según desde dónde se mire, del ritmo y de la rima, está en el fondo de todas las cosas y son el sentimiento, el gusto, las ideas del autor, los elementos que lo empujan a la luz, a la vista de todos.
La poesía es una experiencia vivida. Pero no todos los poetas saben sacar provecho de esa experiencia. Rilke, en una de sus cartas escritas a un joven poeta, lo afirmaba con bastante mayor contundencia que la utilizada habitualmente: trate usted de expresar como un primer hombre lo que ve y experimenta, y ama y pierde. No escriba poesías de amor, sobre todo evite las formas demasiado corrientes y socorridas. Son las más difíciles, pues es necesaria una fuerza grande y madura para dar algo propio donde se presentan en cantidad buenas y, en parte, brillantes tradiciones. Por eso, sálvese de los motivos generales yendo hacia aquellos que su propia vida cotidiana le ofrece, diga sus tristezas y deseos, los pensamientos que pasan y su fe en alguna forma de belleza. Dígalo con la más honda, serena y humilde sinceridad, y utilice para expresarse las cosas que lo circundan, las imágenes de sus ensueños, los temas de sus recuerdos. Si su vida cotidiana le parece pobre, no la culpe, incúlpese usted; dígase que no es bastante poeta para suscitar sus riquezas...El texto advierte de las situaciones límite en las que puede encontrarse el poeta, encerrado en una prisión, a donde no llegara ninguno de los ruidos que el mundo en su generosidad extiende por todas partes. Incluso entonces el poeta tiene posibilidad de encontrar la riqueza poética, atrayendo el recuerdo. Lejos del mundo, el poeta se acerca al mundo, aunque de una manera extraña y nunca convencional.
El de Rilke, con ser interesante, no es el único punto de vista sobre la poesía, ni el mejor definido, ni siquiera el más claro, ni el más elaborado. Hay tantas definiciones de poesía como poetas, pero me sirve a mí en tanto escribo versos, porque traslada al ser, al hombre o a la mujer, el eje de la poesía. O como decía Cernuda: sólo podemos conocer la poesía a través del hombre. Y para el hombre, añadiría, aun sabiendo que hay otros destinos para la poesía: el cielo, por ejemplo. Afirma Huizinga que el mundo empezó a conocer por medio de la poesía. La poesía le ha sido útil al hombre en una época. La poesía le ha acompañado al hombre desde la cuna hasta la tumba; vida y poesía siempre han ido unidas. Cuanto más cerrado estaba el mundo para el hombre, fue la poesía la que le abrió las puertas hacia la soledad, de donde parte toda posterior valoración de la compañía. Decía Goethe que no hay más poesía que la de las cosas que se sienten aún. Podía haber escrito que no hay más poesía que la de las cosas que se conocen o se saben, pero escribió sobre el sentimiento, que es donde nace la poesía.
No hay poesía sin sentimiento. Los sentimientos siempre son más ricos que las ideas. Pero como decía Machado, tampoco hay poesía sin ideas, sin visiones de lo esencial. Pero las ideas del poeta no van siempre divididas en categorías, como las del filósofo, o formuladas estrictamente en series regulares, como las del investigador o científico, sino mezcladas con sus ecos, requeridas por motivaciones que pueden ser afectivas o, también, racionales.
La poesía, por todo ello y también a su pesar, tiene necesidad de precisión, no de la claridad. La elipsis, la alegoría, la alusión, la acentuación de la frase pertenecen al terreno de la poesía. El sentimiento, sutil y sublime, no puede ser expresado con claridad. La lengua es demasiado pobre, y el sentimiento demasiado rico. La poesía, al ser palabra interiorizada y luego expuesta a la luz, al sol, parece solamente palabra bella. Y, no obstante, es palabra precisa.
Creo que en poesía existe la tentación de acogerse al tiempo inocente, al tiempo que no transcurre, que queda suspenso y no avanza ni retrocede, al tiempo utópico. Y el poeta pretende a veces actuar como si el tiempo fuera eso, un astro suspendido en el cielo, guía en las noches oscuras. Pero el tiempo avanza e impone su ley mortal.
La poesía no puede cambiar el tiempo ni puede cambiar el mundo. Nunca ha estado en su mano tal objetivo, tan loado y cantado por los poetas llamados "sociales", porque la poesía se dirige al individuo y a su mayor tesoro, que es el corazón. La poesía no es una medicina que sane al mundo de los males que le aquejan, que son muchos, variados y, desgraciadamente, de difícil solución, pero sí puede ayudar a la regeneración moral de la sociedad.
El hecho de que aún haya lectores y oyentes de poesía es un dato, al menos, esperanzador.
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